Yo siempre había creído que existía un Destino entrañable y escondido en
la profundidad del ser. Dios era el Padre y yo necesitaba comunicarme
con Él. Como sabes yo nací en una aldea entre los cerros. Era un lugar
en el sur de la península Ibérica. La tradicional forma de vida
campesina se estaba fracturando, la gente se iba a la ciudad en busca de
prosperidad económica, las aldeas se despoblaban.
Yo tenía todo el cielo, todo el espacio, todo el silencio.
Todo eso cambió cuando también nosotros nos fuimos a Barcelona, año 73.
Ya no tenía espacio, ni cielo, ni silencio. Tenía, eso sí, esperanza de
progreso material para la familia. Lo que pasó es que esa esperanza era
muy corta, volaba bajo. Sin lirismo ni misterio, sin magia ni
inspiración. Una vida muy a ras del suelo sofocaba mis pulmones.
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Muchas veces sentía una suave nostalgia que se alargaba como queriendo
llegar a un lejano recuerdo, a una ciudad que vivía entre cascadas de
agua transparente. A veces escuchaba unos cantos entrañables tocando mi
corazón y mi mente se esforzaba por localizar el origen, pues no
procedían de nada conocido. Aquella ciudad se me acercaba en sueños
radiantes, en momentos de alegría y comunión. Estaba convencida de su
existencia y pensaba que un día llegaría por fin a encontrarla.
Ahora veo que la bondad sopla en esa dirección y la amistad nos conecta
en esta búsqueda. Me siento parte de un pueblo que se ha ido forjando
desde antiguo y cuyo proyecto es la liberación, entrar al paraíso.
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-Cuando los caminos amigos se encuentran todo el universo parece por
unos instantes la patria añorada-. Esto escribió Hermann Hesse, escritor
alemán al que sin conocer personalmente puedo sentir como a un amigo.
Un pueblo universal que a través del tiempo y el espacio ha ido dejando
sus señales.
Yo buscaba los caminos amigos, las intenciones amigas, la comunicación profunda.
Lo primero que atrajo mi atención fue aquel grupo de hippies. Se sentía que querían volar y que volaban.
Ahora bien, pasado un tiempo iba comprendiendo que aquellos rituales de
vuelo e inspiración eran círculos cerrados carentes de una dirección
transformadora, al menos para mi.
Cuando te encontré sentí
claramente que se abría una puerta a otra dimensión. A partir de
entonces y habiéndome tú acercado la doctrina de Silo, fui avanzando por
caminos insospechados. Encontrando en el camino a los que siento como a
mis verdaderos amigos, personas excepcionales que han sido y son
estrellas diamantinas consteladas en mi alma.
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Año 80. Ya era legalmente mayor de edad, había practicado el paso uno de
Meditación transcendental en algunos de mis paseos. Entonces comprendí
por experiencia lo que allí se explicaba referido a los ensueños que
pueblan la mente y distorsionan la realidad.
Tú ibas a tu aire y te
había perdido la pista, pero me dejaste materiales para estudiar y me
regalaste el que hoy es mi libro guía: La mirada interna, de Silo.
Busqué por las calles carteles de La Comunidad para el desarrollo humano
y anoté una dirección. Fue en mi segunda visita cuando encontré el
local atendido. Allí me quedé.
El viento soplaba vigoroso en las
calles de Gràcia, las noches en los cafés, las acciones conjuntas, las
tardes con la gente. La amistad, la ayuda, la experiencia. La comunidad.
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Gràcia es un barrio muy especial como su nombre indica. Allí están las
plazas del Sol y del Diamante. Las calles, Perla, Topacio y Virtud.
Aquel día el sonido ambiental era suave y musical, soplaba una cálida
brisa, el cielo era azul intenso y el sol irradiaba expansión.
El
Sol, el centro luminoso. Una nave intergaláctica, la nave de los dioses.
¿Se puede entrar al sol? Sí, cuando éste es una esfera transparente y
luminosa.
Aquel día yo me asomé al interior de mi propio origen
y vi lo que no se ve de ordinario. Lo que puede ver la mente elevada en
la gracia de la virtud. Vi el Diamante en el centro del Sol.
Cuando
era una niña y vivía en la aldea solía irme a los cerros para buscar mi
espacio de recogimiento. A veces cantaba, pero no era yo la que
cantaba. Era una canción reconocible por mi alma pero que no estaba en
mis recuerdos. La vibración de aquella canción era tan sumamente hermosa
que al pasar por mi cuerpo lo acariciaba como el aire acaricia la
espiga. Entraba en éxtasis y el paisaje giraba hacia el dorado.
:::*La nostalgia plateada abría un río al provocar los deshielos de los
profundos sentimientos. Una lágrima caía en señal de gratitud. La tierra
árida y sedienta estaba siendo bendecida y así los pájaros azules
volviendo a las montañas::::*
Hermoso relato de supervivencia del alma libre !!
ResponderEliminarGracias por las letras !!
Gracias!! Un abrazo!
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